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En profundidad... “Talento es a aptitud como talante es a disposición”


El Noticiero Empresarial
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09/12/2018

Por Emilio Gutiérrez - Socio Director EGV Formación y colaborador de AEBALL / UPMBALL:

Ya en el periodo helénico y hasta las llamadas guerras púnicas, o guerras romanas como las conocían los cartagineses, en los conflictos armados que enfrentaron a Roma y Cartago entre los años 264 y 146 a.C., el talento, que deriva del griego talanton que significa balanza o peso, era la unidad de medida utilizada y se usó ampliamente en todo el mar Mediterráneo.

Su origen se sitúa en la antigua Babilonia y de él se habla tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Es una de las monedas más conocidas por su mención en una de las parábolas de Jesucristo, la parábola de los talentos, aquella en la que aquel hombre que estaba dispuesto a marchar muy lejos llamó a sus siervos y les repartió a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, conforme a la capacidad supuesta de cada uno para multiplicarlos en su ausencia. Quizás dicho reparto ya se hizo intuyendo el significado con el que el talento pararía a nuestros días a partir de lo que en los escritos del Evangelio de Mateo denominan capacidad supuesta.

Hoy día, en el contexto de la visión económica actual, el talento se deriva de los tres ejes básicos del éxito: el saber hacer relacionado con los conocimientos, el poder hacer referido a las habilidades para desarrollar una actividad y el querer hacer que se centra en la actitud para generar valor con las dos anteriores. Por lo tanto, nos estamos refiriendo a una adecuada combinación de la actitud y la aptitud. Se trata, por tanto, de un conjunto de capacidades que se fortalecen y potencian cuando el contexto es el adecuado para ello. Es, en resumen, el conjunto de capacidades de una persona potenciadas en un contexto adecuado.

Ese contexto adecuado escapa a las posibilidades reales del individuo si nos centramos en su actividad profesional y dejamos al margen sus hábitos y actividades de entretenimiento varias. La empresa es la que debe establecer las condiciones más alineadas con el potencial de talento detectado en la organización, con el fin de que dicho potencial se convierta en un activo real de la empresa. Cualquier persona posee talento para algo, aunque muchas, la mayoría, acaben sus días sin haber podido conocer en qué se sustenta el suyo propio.

Cuando hablamos de talento (aptitud o saber) hablamos de un recurso vital para cualquier organización que debe ser capaz de generar el entorno adecuado para que cada uno desarrolle su talante (ganas, actitud y disposición) y se produzca una simbiosis perfecta que acelere el éxito en la organización a través de las personas. Éstas, las personas, se han convertido en el centro del desarrollo empresarial cuando se dan las circunstancias adecuadas para que puedan conjugar talento y talante. Este último, el talante, se podría interpretar como una variable endógena que depende de una serie de variables exógenas que la empresa debe responsabilizarse de proporcionar, para que la ecuación perfecta del talento y el talente adquiera su máxima dimensión consiguiendo equipos con más compromiso y mejor capacidad y predisposición para dar más de lo que se suponen sus tareas y responsabilidades ordinarias. Entre otros elementos o variables exógenas impulsoras del talante, generadores del contexto adecuado para el desarrollo de éste, podríamos referirnos a:
- Actividad relacionada con la RSC como impulsora del sentido de pertenencia y el orgullo, generadores de emociones centradas en el bienestar ajeno.
- Una concienciación clara y determinada hacia los resultados y hacia el cliente como centro y razón de ser de toda la actividad empresarial.
- Una política de gestión de las personas centrada en la evaluación de lo que cada uno hace y "no hace" como oportunidad de facilitar a los equipos el reto del desarrollo personal y profesional.
- Un estilo de dirección centrado en la escucha y en la resolución de conflictos que tenga en cuenta los intereses personales.
- Una cultura de empresa que permita y apoye la celebración de los éxitos a todos los niveles de la organización, lo que conlleva, necesariamente, una política de comunicación abierta, sincera y honesta.

Si las empresas incorporan estos u otros elementos potenciadores del talante en sus equipos, estarán impulsando, también, la competitividad entre éstos en un pulso constante por conseguir, cada uno, su propia excelencia. Como comenta Stephane Garelli, la competitividad ha evolucionado con el paso del tiempo y se ha pasado de la competitividad de los países persiguiendo la prosperidad, a la de las empresas intentado conseguir la máxima rentabilidad y beneficio y, finalmente, a la competitividad de los individuos procurando alcanzar el máximo bienestar. Como el bienestar y la prosperidad que les deseamos desde estas líneas, en las ya cada vez más cercanas Fiestas de Navidad.

Artículo escrito por Emilio Gutiérrez - Socio Director EGV Formación y colaborador de AEBALL/UPMBALL

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